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¿La Inteligencia Artificial nos está salvando la vida?

¿La IA nos está salvando la vida?

Y perdón por la rima.

Parece que sí: ¿mientras los médicos miran por el retrovisor e incluso por el equivocado? Entiéndase la ironía, "lo de retrovisor", por un anclado en arcaico pasado de supremacía... pero, a su vez, entonces, ¿los médicos de antaño acertaban más?

Veamos: el arte de equivocarse con diploma

En 1847, Ignaz Semmelweis sugirió que los médicos se lavaran las manos entre autopsias y partos. Sus colegas lo tacharon de loco y lo expulsaron del gremio médico. Décadas después, cuando la teoría microbiana demostró que tenía razón, ya había muerto en un manicomio. La medicina, al parecer, siempre ha tenido 'el padeciMiento' -según ejemplo recién leído- de problemas para aceptar que puede estar equivocada.

Hoy, con resonancias magnéticas que ven hasta el alma y bases de datos que almacenan el conocimiento médico de toda la humanidad, uno esperaría que los errores diagnósticos fueran cosa para un destino de destierro. Sin embargo, según The BMJ, entre el 10% y el 15% de los diagnósticos en países desarrollados siguen siendo incorrectos. Sí, es como tener un Ferrari y seguir chocando contra el mismo árbol.

Mientras tanto, la Inteligencia Artificial observa desde la esquina, sin ego, sin cansancio, sin necesidad de justificar por qué cobró 200 euros por cinco minutos de 'acertada' consulta. ¿Será esta la vez que la medicina acepte ayuda externa sin patear el tablero?

La paradoja del siglo XXI: más tecnología, mismas meteduras de pata

La lógica dice que con mejores herramientas deberían venir mejores resultados. Pero la medicina humana (Occidental, llamada tradicionalmente) parece inmune a la lógica. Un estudio de JAMA reveló que los radiólogos, esos especialistas que cobran casi como estrellas del rock por mirar placas, pasan por alto hasta un 30% de anomalías cuando trabajan bajo presión. Curioso que la presión afecte más a un médico que a un fontanero, considerando que ambos trabajan con tuberías—unas más costosas que otras, no en cuanto a gasto: sino el alto precio que se paga por jugarse un paciente la salud.

Paralelamente, los algoritmos de DeepMind detectan cáncer de mama en mamografías con un 94,5% de precisión, superando sistemáticamente a especialistas con décadas de experiencia. IBM Watson identifica tratamientos oncológicos personalizados con márgenes de error que harían llorar de envidia a cualquier oncólogo que se precie.

La pregunta incómoda es obvia: Si la IA ya supera a los médicos en diagnósticos críticos, ¿por qué sigue siendo tratada como el primo tonto de la familia médica (es decir, como ayuda y no se le reconoce como el qué sí sabe)? ¿Quién es el loco? Preguntaba Allan Poe, la adaptación sería: ¿quién es el tonto? Y a la respuesta de quién es el loco, en medicina, sería: "Ignaz Semmelweis", por ejemplo.

El síndrome de Casandra tecnológico: cuando tener razón no basta

En los años 80, el software MYCIN diagnosticaba infecciones bacterianas mejor que los infectólogos de la época. Su destino fue el archivo institucional, víctima de la frase más letal en medicina: "demasiado revolucionario". Traducción: ¿esto hace que parezcamos incompetentes?.

Actualmente, mientras PathAI detecta cáncer en biopsias con un 99% de precisión—una cifra que debería hacer que los patólogos se plantearan un cambio de profesión—, los hospitales insisten en que "el criterio humano es insustituible". Especialmente insustituible cuando ese mismo criterio humano es responsable del 80% de las negligencias médicas en Estados Unidos (Forbes, 2024).

Es como si los navegadores insistieran en usar el sextante mientras el GPS les grita las coordenadas correctas.

El paciente ilustrado: cuando Google Scholar se convierte en enemigo público

Los médicos desarrollan urticaria cuando un paciente llega con investigación propia. "Doctor Google", murmuran con desdén, como si la democratización del conocimiento médico fuera una amenaza existencial. Y tal vez lo sea, considerando que:

  • Un estudio de Harvard demostró que el 40% de los diagnósticos iniciales en urgencias son incorrectos.

  • La IA Qventus reduce errores en urgencias un 35% simplemente analizando historiales clínicos.

El paciente que llega "preparado" no es un problema—es un síntoma de un sistema que prefiere la autoridad a la precisión.

La revolución silenciosa: cuando la IA salva vidas sin pedir permiso

Mientras el establishment médico debate si la IA es lo suficientemente 'humana' (porque no realizó el juramento odontológico, perdón: deontológico (o hipocrático, que ya tiene tela esta acepción) , los algoritmos siguen salvando vidas con una eficiencia que roza lo obsceno (para algunos en su cabreo):

· NeuroVax: Vacuna contra el Alzheimer desarrollada mediante IA, reduce el deterioro cognitivo en un 60%. Sin algoritmos, su desarrollo habría requerido décadas de ensayos tradicionales.

· OncoLens: Lentes de Google que detectan melanoma ocular con 91% de precisión. Ya aprobadas por la FDA. Los oftalmólogos siguen necesitando años de especialización para alcanzar tasas de detección similares.

· CardioHeal: Parche con microARN que regenera tejido cardíaco post-infarto, 40% más eficaz que tratamientos convencionales. Desarrollado en dos años gracias a modelos predictivos de IA.

· UniViro: Antiviral universal de DeepMind contra virus ADN, muestra 98% de eficacia en laboratorio. La medicina tradicional seguiría probando compuestos al azar durante décadas.

El análisis demoledor: la IA domina la innovación médica

Un repaso de algunos de los avances médicos más recientes revela una verdad incómoda: el 71% de las innovaciones destacadas incorporan IA en su desarrollo. Desde páncreas bioimpresos para diabéticos tipo 1 hasta vacunas contra cáncer pancreático que identifican antígenos imposibles de detectar manualmente, la IA no solo participa en la revolución médica—la lidera.

Meta, otra que tal, analizó 2 millones de imágenes cerebrales para identificar biomarcadores de Alzheimer que habrían permanecido ocultos durante generaciones si dependiéramos exclusivamente del ojo humano. Mientras tanto, los neurólogos siguen debatiendo criterios diagnósticos que la IA ya ha superado... incluso algunos, el incluso es hasta para los referidos 'neuros', aún permanecen en su duda si la IA es mala o mala para el ser humano. ¿Duda o permanecen en sus miedos buscando alguna justificación, ilógica pero que cuele, para salvar su puesto de labor indispensable para el desacierto?

La resistencia no es fútil, pero sí ridícula

La medicina enfrenta una crisis de identidad.

· Los médicos temen ser reemplazados (y tienen razón, al menos parcialmente).
· Los pacientes desconfían de las máquinas (aunque paradójicamente confían en humanos que estadísticamente se equivocan más).
· Las farmacéuticas prefieren el desarrollo lento (¿porque un tratamiento creado con IA en dos años elimina una década de patentes millonarias?).

El problema no es técnico—es cultural. La medicina ha construido su autoridad sobre la exclusividad del conocimiento, y la IA democratiza esa exclusividad. Es comprensible que un sector acostumbrado a ser tratado como semidioses (en el caso de los modestos, perdón por el antítesis gremial) no reciba con entusiasmo la llegada de algoritmos que diagnostican mejor, más rápido y sin ego.

Conclusión: la inteligencia artificial vs. la estupidez natural

La medicina humana está plagada de errores evitables, sesgos cognitivos y resistencia al cambio. La IA no es perfecta, pero ya supera consistentemente a los médicos en precisión, velocidad y ausencia de prejuicios. ¿Cada día que retrasamos su integración completa, mueren pacientes que podrían haberse salvado?

Tal vez el verdadero avance médico del siglo XXI no sea científico sino cultural: admitir que, en ocasiones, la inteligencia artificial es considerablemente menos estúpida que la natural. ¿Llegará? Digo, dicho avance.

Semmelweis estaría orgulloso—esta vez (y siempre, ¿aunque se silenciara?, 'al menos', la evidencia está de lado de la realidad desde el principio.

¿Irónico? Sí. ¿Cierto? También.

Ah, una recomendación 'lectural' (entre lectura y lo cultural) y tal:

El bisturí del resentimiento

El cirujano que operó corazones, ahora disecciona egos. Su libro, "Si puede no vaya al médico", es un "gracias por nada" a sus colegas. Revela una verdad incómoda: la envidia profesional es una enfermedad incurable. La ambición desmedida parece más contagiosa que cualquier virus.

Quizás la IA no tenga un hígado donde albergar tanto rencor. ¿Necesitarán los algoritmos un diván para sus complejos? Este testimonio humano expone los celos que la tecnología nunca sentirá. A lo mejor, ir al médico en el futuro será menos… 'humano'.

El autor es Antonio Sitges-Serra, un cirujano y catedrático de cirugía de la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue Jefe del Departamento de Cirugía del Hospital del Mar hasta su jubilación.

Decir, también, que hay más lectura... de todo, todo, y no sólo de libros (que, por supuesto más hay, publicados, sobre estos temas, sobre todo, en inglés) :)

En finsss ...y no sé el porqué me acuerdo, ahora en estos instantes, de lo que dijo el poeta, entre tanta locura de la desfachatez desmedida o el sinsentido sin más de lo establecido:

"la cordura,

la terrible cordura del idiota." A. Machado: ya 'disponible' en la RAE, incluso :)

Y acabo como empecé (como siempre), cuestionando: "¿La Inteligencia Artificial nos está salvando la vida?", y añado: ¿y nos la salvará o -'alguienes', por no decir cualquieras- tirarán del cable ante tales en tantas evidencias? Esperemos que nos la siga salvando y salve, la IA -me refiero-, la vida: si lo permiten los médicos: por 'muy humanos' que estos sean. Y la respuesta, obviamente (una vez más), es la del enunciado (cartelito ilustrador) de nuestra sección:

Si es sólo sí. Si no, no. ¿Está claro?

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Si es sólo sí | por Señor de Cascales & cIA

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Nota: publicado cada domingo
+Nota: manténganse atentos... falta les hace! :)


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