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Manifestación | La Croqueta y el Pueblo: bocado Histórico y Revolución gastronómica

Del Trono a la Taberna: la Democracia del Rebozado

La croqueta invadió España durante el siglo XIX, justo cuando "El Pueblo" irrumpía en el panorama político con hambre de protagonismo... desde sus propios ideales, cuáles fueran, izquierda recién inventada (por ejemplo), que, a su vez, casualmente, eran de otros.

Ideas liberales circulaban mientras la ciudadanía reclamaba su legítimo espacio, ¿destrozando siglos de tinieblas aristocráticas?

La croqueta no actúa como mero acompañante en esta narrativa, sino como protagonista de su propia revolución paralela.

Aristocracia Derretida, Pueblo Empanado

El manjar francés brincó los Pirineos y conquistó cada rincón social español, sin discriminación de clases. Las ideas ilustradas saltaron de los salones elitistas a las plazas bulliciosas, exactamente como la croqueta abandonó los palacios para dominar barras de tabernas populares.

El bocado dorado se transformó en placer democrático, crujiente igualdad al alcance de cualquier bolsillo.

Rugidos Callejeros, Crujidos en Barra

Movimientos sociales florecieron durante dos siglos de agitación mientras la gente tomaba las calles exigiendo justicia y cambios estructurales.

La croqueta simultáneamente ascendía como elemento imprescindible de todo encuentro social español digno de mención. ¿Satisface este cilindro empanado el mismo apetito que empuja a las masas hacia la protesta? ¿Alimenta un ansia compartida de reconocimiento, pertenencia y disfrute entre tanta rutina aplastante?

¿Bechamel Circense para distraer Masas?

Cuestionemos con mordaz ironía si las manifestaciones populares no funcionan exactamente como raciones de croquetas en nuestros tiempos modernos.

Ambas ofrecen intenso placer momentáneo sin garantizar cambio duradero ni satisfacción profunda. ¿Desperdiciamos nuestra energía gritando consignas igual que devoramos fugaces momentos de placer frito? ¿Representan ambos rituales meras distracciones frente a problemas verdaderamente sustanciales?

Metáfora Rebozada de Aspiración Popular, pero 'Muy Popular'

La humilde croqueta encarna perfectamente la trayectoria del "Pueblo" político: originalmente marginada, posteriormente ensalzada como símbolo cultural indispensable.

Nutre cuerpos y posiblemente el alma colectiva española con cada mordisco. Las manifestaciones pueden expresar auténtica indignación o simple catarsis vacía, exactamente como distinguimos entre croquetas artesanales y sucedáneos industriales sin personalidad. ¿Representan ambos fenómenos herramientas genuinas de transformación social o simplemente constituyen pasatiempos ruidosos y sabrosos para aliviar frustraciones cotidianas?

Epílogo: El Rebozado que Encubre Verdades

No deberíamos jugar con la yuxtaposición del pueblo ante una croqueta o un presidente como mero ejercicio retórico. Ortega y Gasset nos advertiría que la frivolización de lo sustancial constituye el primer paso hacia la desintegración del pensamiento crítico colectivo. La metáfora gastronómica, por ingeniosa que resulte, camina peligrosamente sobre la delgada línea entre la ilustración satírica y la trivialización imprudente.

El espectro de Unamuno nos susurraría que este texto podría ofender a quienes sacralizan hasta lo profano. Sin embargo, como señalaría Camus, la verdadera seriedad consiste precisamente en reconocer lo absurdo sin rendirse ante ello. Nuestro mundo —aparentemente incoherente pero estructuralmente determinista— funciona como un sofisticado mecanismo donde dirigentes fabrican simulacros mientras las masas, supuestamente irreflexivas, persiguen gestos vacíos.

La verdadera tragedia no reside en esta teatralidad política que todos percibimos (o deberíamos percibir), sino en nuestro consentimiento tácito. Como diría Sloterdijk con punzante lucidez: no es que nos falte criterio, sino que hemos desarrollado el arte supremo de fingir que no lo tenemos cuando resulta conveniente. Y ahí radica la ironía más devastadora: mientras debatimos sobre croquetas y manifestaciones, la auténtica sustancia democrática se escurre entre nuestros dedos, crujiente pero efímera, como el rebozado perfecto que sólo existe en el instante preciso antes de enfriarse. En fin. O si no: espabila, nene... y que no te la den con queso (aunque sea croqueta)... ¡como dijo el vecino del poeta!


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Por Señor de Cascales

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